viernes, 14 de marzo de 2008

Antología poética de César Vallejo

¡¡Hola juventud!! El domingo 16 de marzo recordaremos el nacimiento de nuestro poeta universal César Vallejo. A nivel nacional e internacional se han programado diferentes actos de homenaje en memoria de tan digno e inolvidable personaje. Nuestra nave de la lectura también se suma al merecido y necesario homenaje promoviendo la lectura placentera y creativa, y, al mismo tiempo, haciendo conocer la producción literaria de Vallejo a los niños y jóvenes de nuestra I.E. República de Cuba, publicando una breve antología poética. ¡Vamos bien!

ANTOLOGÍA POÉTICA DE CÉSAR VALLEJO

Los heraldos negros


Hay golpes en la vida, tan fuertes...¡Yo no sé!
Golpes como del odio de Dios; como si ante ellos,
la resaca de todo lo sufrido
se empozara en el alma... ¡Yo no sé!
Son pocos; pero son... Abren zanjas oscuras
en el rostro más fiero y en el lomo más fuerte.
Serán tal vez los potros de bárbaros Atilas;
o lo heraldos negros que nos manda la Muerte.

Son las caídas hondas de los Cristos del alma,
de alguna fe adorable que el Destino blasfema.

Esos golpes sangrientos son las crepitaciones
de algún pan que en la puerta del horno se nos quema.

Y el hombre... Pobre... ¡pobre! Vuelve los ojos, como
cuando por sobre el hombro nos llama una palmada;
vuelve los ojos locos, y todo lo vivido
se empoza, como charco de culpa, en la mirada.

Hay golpes en la vida, tan fuertes... ¡Yo no sé!

Masa

Al fin de la batalla,
y muerto el combatiente, vino hacia él un hombre
y le dijo: "¡No mueras, te amo tanto!"
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.

Se le acercaron dos repitiéronle:

"¡No nos dejes! ¡Valor!

¡Vuelve a la vida!"

Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.

Acudieron a él veinte, cien, mil, quinientos mil,
clamando "¡Tanto amor y no poder nada contra la muerte!"

Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.

Le rodearon millones de individuos,
con un ruego común: "¡Quédate hermano!"

Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.

Entonces, todos lo hombres de la tierra
le rodearon; les vio el cadáver triste, emocionado;
incorporóse lentamente,
abrazo al primer hombre; echóse a andar...

Piedra negra sobre una piedra blanca

Me moriré en París con aguacero,
un día del cual tengo ya el recuerdo.
Me moriré en París -y no me corro-
tal vez un jueves, como es hoy, de otoño.

Jueves será, porque hoy, jueves, que proso
estos versos, los húmeros me he puesto
a la mala y, jamás como hoy, me he vuelto,
con todo mi camino, a verme solo.

César Vallejo ha muerto, le pegaban
todos sin que él les haga nada;
le daban duro con un palo y duro
también con una soga; son testigos
los días jueves y los huesos húmeros,
la soledad, la lluvia y los caminos...


Trilce

Hay un lugar que yo me sé
en este mundo, nada menos,
a donde nunca llegaremos.

Donde, aún si nuestro pie
llegase a dar por un instante
será, en verdad, como no estarse.

Es ese un sitio que se vea cada rato en esta vida,
andando, andando de uno en fila.

Más acá de mí mismo y de
mi par de yemas, lo he entrevisto
siempre lejos de los destinos.

Ya podéis iros a pie
o a puro sentimiento en pelo,
que a él no arriban ni los sellos.

El horizonte color té
se muere por colonizarle
para su gran Cualquiera parte.

Mas el lugar que yo me sé,
en este mundo, nada menos,
hombre
a
do va con los reversos.
-Cerrad aquella puerta que
está entreabierta en las entrañas
de ese espejo.
-¿Esta?
- No; su hermana.
-No se puede cerrar. No se
puede llegar nunca a aquel sitio
-do van en rama los pestillos.

Tal es el lugar que yo me sé.