viernes, 13 de junio de 2008

Anécdotas científicas

¡Hola juventud! Les presentamos una serie de anécdotas vividas por hombres de ciencia; y que nos ha remitido nuestro dilectoa amigo Julio Mendoza García, amante apasionado de la matemática. ¡Y no va ser!

Wittgenstein y el Tren
Se cuenta que el filósofo Ludwig Wittgenstein se encontraba en la estación de Cambridge esperando el tren con una colega. Mientras esperaban se enfrascaron en una discusión de tal manera que no se dieron cuenta de la salida del tren. Al ver que el tren comenzaba a alejarse Wittgenstein echó a correr en su persecución y su colega detrás de él. Wittgenstein consiguió subirse al tren pero no así su colega. Al ver su cara de desconsuelo, un mozo que estaba en el andén le dijo, - no se preocupe, dentro de diez minutos sale otro.
- Ud. no lo entiende- le contestó ella- él había venido a despedirme.

El Telegrama de Dirichlet
El matemático P.G. Lejeune-Dirichlet (1805-1859) no era partidario de escribir cartas. Se cuenta que una de las pocas veces que escribió alguna misiva fue en el nacimiento de su primer hijo. Dirichlet envió un telegrama a su suegro con el mensaje siguiente:
2 + 1 = 3

Dirac y la Poesía
Cuando J. Robert Oppenheimer se encontraba trabajando en Göttingen fue a verlo Paul Dirac y mantuvieron la siguiente conversación: "Me han contado que escribes poesía. No puedo entender como alguien que trabaja en los límites de la física puede simultanear su trabajo con la poesía que representa una actividad en el polo opuesto. Cuando trabajas en ciencia tienes que escribir sobre cosas que nadie sabe con palabras que todo el mundo sea capaz de entender. Al escribir poesía estas limitado a decir... algo que todo el mundo sabe con palabras que nadie entiende".

Los Apuros de Tamm
En el transcurso de la revolución rusa el físico matemático Igor Yevgenyevich Tamm, Premio Nóbel en 1958, fue apresado por un grupo de anticomunistas que creyeron que era un agitador comunista. Cuando lo llevaron a su jefe éste le preguntó a que se dedicaba para ganarse la vida y Tamm le contestó que era matemático. "Esta bien", dijo el jefe mientras se colocaba las cartucheras con las balas y las granadas alrededor del cuello, "determina el error que se produce cuando la aproximación mediante series de Taylor a una función se trunca a partir del término n-esimo. Si lo haces correctamente te dejaremos en libertad, si fallas te fusilaremos. " Con pulso tembloroso Tamm calculó lo que le pedía escribiendo con sus dedos en el polvo. Al acabar, el cabecilla echó una rápida mirada al resultado y lo dejó marchar.

El Chofer de Einstein
Se cuenta que en los años 20 cuando Albert Einstein empezaba a ser conocido por su teoría de la relatividad, era con frecuencia solicitado por las universidades para dar conferencias. Dado que no le gustaba conducir y sin embargo el coche le resultaba muy cómodo para sus desplazamientos, contrató los servicios de un chofer.
Después de varios días de viaje, Einstein le comentó al chofer lo aburrido que era repetir lo mismo una y otra vez.
"Si quiere", le dijo el chofer, "le puedo sustituir por una noche. He oído su conferencia tantas veces que la puedo recitar palabra por palabra."
Einstein le tomó la palabra y antes de llegar al siguiente lugar, intercambiaron sus ropas y Einstein se puso al volante. Llegaron a la sala donde se iba a celebran la conferencia y como ninguno de los académicos presentes conocía a Einstein, no se descubrió el engaño.
El chofer expuso la conferencia que había oído a repetir tantas veces a Einstein. Al final, un profesor en la audiencia le hizo una pregunta. El chofer no tenía ni idea de cual podía ser la respuesta, sin embargo tuvo un golpe de inspiración y le contestó: "La pregunta que me hace es tan sencilla que dejaré que mi chofer, que se encuentra al final de la sala, la responda".
Aunque la historia precedente es probablemente falsa, no por eso deja de ser divertida.

Tertulia de Físicos
Werner Heisenberg y otros grandes físicos se encontraban una tarde de tertulia hablando de Dios y religión. La discusión acabó dominada por Paul Dirac que entró en una larga diatriba declarando que la religión era el opio de las masas. Al final de la tarde alguien se volvió hacia el brillante Wolfgang Pauli y dijo, "Has estado muy silencioso esta tarde, Pauli. ¿Qué opinas de lo que Dirac nos está contando?" Pauli respondió, "Si entiendo correctamente a Dirac, lo que quiere decir es: no hay Dios, y Dirac es su Profeta."