lunes, 2 de marzo de 2009

Recordando a Horacio

¡Hola juventud! Al leer los artículos de los maestros Carlos y Julio, publicados en recuerdo a la desaparición física del Primer Secretario General del SUTEP y Diputado del pueblo por Arequipa, vino a nuestra memoria el legendario líder magisterial que cautivó y comprometió con causas nobles a la generación del 70, especialmente a los jóvenes que estudiábamos educación. Jóvenes que nos plegamos a la lucha antidictatorial y por un orden más justo, donde las grandes mayorías sean los protagonistas del devenir histórico, producto de la comprensión del mensaje y ejemplo de firmeza, consecuencia y entrega del maestro primario de Carumas.

Nuestra intención no es sacralizar a Horacio, que tampoco lo necesita, sino reconocer su calidad humana y el momento histórico que le tocó vivir, para que sirva de reflexión y ejemplo en situaciones difíciles en que se encuentra el movimiento sindical y popular, señalado por su entrañable amigo Olmedo Auris, cuando disertó sobre Los principios del sindicalismo clasista frente al modelo neoliberal en el Seminario del SUTE DOCE (Comas, 26 de febrero de 2009).

Cuando el maestro Carlos Rojas Galarza (1990) señala que: “El gran Horacio, en la intimidad con sus camaradas, colegas y amigos, se nos mostraba como un hombre de hablar pausado, con el inconfundible acento arequipeño, mirada fija, melancólica pero penetrante, divertido en las bromas, inmensamente noble cuando se le confiaba algún problema personal, y como todo ser humano, que no se preciaba de falsas posturas, ni de actitudes pedantes, bebía con el maestro anónimo, con el obrero y campesino se confundían en la copa del juramento por la revolución. Con nosotros, palabras convincentes, a veces duras; con las maestras, cariñoso, exquisito y respetuoso galante; con los niños, tierno, suave, educador”; nos muestra la dimensión humana de Horacio, hombre de carne y hueso, franco, sincero, persuasivo, cariñoso, con decoro, pero sobre todo al lado del pueblo, con su gente, con su clase, compartiendo su sed de justicia, sus problemas y esperanzas.

El poeta Julio Yovera (2009), al expresar que: “Los maestros que compartieron con Horacio los años aurorales del SUTEP refieren que era duro crítico con los opositores; irónico; firme en el deslinde y la discrepancia. Y, sin embargo, en el diario trajinar de la lucha desbordaba afecto y cariño a todos los maestros que luchaban”, nos recuerda lo sucedido con Manuel González Prada y Abelardo Gamarra, más conocido como El Tunante. Mientras que Don Manuel denunciaba con dureza a la “clase dirigente”, culpable de la ruina del país después de la guerra del 79; El Tunante lo hacía con fina ironía, embozado sarcasmo y peculiar picardía, tal como lo reconoció nuestro Amauta en el proceso de la literatura del trascendental y clásico 7 ensayos. Horacio poseía ambas cualidades: crítico y creativo.

Finalmente, concordamos con lo manifestado por muchos especialistas y críticos literarios que consideran que la acción política alejó de la producción literaria a Horacio. Antes de la creación del SUTEP (1972), había escrito el ensayo Los esclavos de corbata, donde muestra la realidad educativa y magisterial frente al gobierno militar del 70. Después publica Alegrías de la prisión, título paradójico, ¿quién puede sentir alegría si ha perdido la libertad?, pero si se siente alegría cuando se lucha por causas nobles, por servir al pueblo de todo corazón y por tener siempre presente el verso que se enarbola en toda acción de lucha: “Maestro / en tu libro de lucha he aprendido / que no traicionar es un mandamiento”.

¡GLORIA ETERNA A NUESTRO HORACIO! ¡SIGAMOS SU DIGNO EJEMPLO!